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“—Usebio —decía Calistro— habló con el Venado de las
Siete-rozas. Desde bajo tierra lo apeló y le pidió que lo
desenterrara.Y lo desenterró el Usebio. El venado le habló
con voz de persona, así como nosotros, con palabras le
habló: «Usebio» diz que le dijo el venadito, trep, trep, trep,
haciendo con su pata delantera izquierda un molinete como
un tirabuzón para significar que estaba trepando algo bajo
la tierra…
—Mero asina no me dijo —medió Eusebio Tecún—; lo
cier tamente cier to y verdadero es que al pronto de sacarlo
yo del hoyo en el que lo tenía entierrado, se acomodó en
una peña que parecía una silla. En el asiento y en el respaldo
brotaron, al sentarse el venadito, flores cafés pringadas de
blanco y empezaron a pasearse gusanos con cuernos y ojos
verdes, unos; rojos, otros y otros negros. Chispeaba aquello
de ojos de gusanos que fueron quedándose quietos hasta
formar entre el venado y el asiento y el respaldo de la silla,
una tela de plush bien peluda. Ya sentado cruzó las piernas
mismo que un alcalde mayor y sonriéndome, cada vez que se
reía la luna le entraba en la boca y le alumbraba los dientes
de copal sin brillo, y sonriéndome, parpadeó igual que si
una mosca de oro se le posara en el párpado corazonero,
y dijo: Para tus saberes, Usebio, ésta es la seutima roza, en
la que yo debía de morir y revivir, porque tengo siete vidas
como los gatos. Fui uno de los brujos de las luciérnagas que
acompañaban al Gaspar Illón, cuando la montada le dio
alcance. Allá salvé la primera vez, seis salvé después, y en
esta seutima me tocó por tu mano, por tu mampuesta, por
tu paciencia y tu ojo para esperar mi paso por la quebrada
del cañal. Estuvo bueno. No me arrepiento de que me hayas
matado. Reviví y sólo para sacar de en medio al que también
le llegó su seutima roza…”
(
Hombres de maíz
)